Vigesimosegundo Domingo en el Tiempo Ordinario 1 de septiembre de 2024
Las lecturas de hoy nos exhortan a vivir los mandamientos, la Palabra de Dios, de una manera que nos permita adquirir sabiduría, y que nos permita demonstrar ante Él que nuestro corazón es puro. San Francisco de Sales nos habla sobre los mandamientos de Dios, a la luz de vivir y amar Su voluntad:
Hay ciertos asuntos, como en lo que respecta los mandamientos o a las obligaciones propias de nuestra vocación, en que estamos plenamente conscientes de cuál es la voluntad de Dios. Amar significa vivir de acuerdo a Su voluntad. Quienes se consideran justos no lo son verdaderamente a menos que posean el amor sagrado, del cual depende la formación de un corazón realmente puro.
El verdadero amor siempre busca complacer a todos aquellos en quienes se deleita. La palabra de Dios nos resulta sumamente agradable ya que es decretada por el amor. Cuando disfrutamos con frecuencia los mandamientos de Dios, poco a poco nos vamos convirtiendo en quienes Él desea que seamos, al mismo tiempo que nuestra voluntad se transforma en la voluntad divina. Entre más nos deleitemos en el cumplimiento de la voluntad de Dios para con nosotros, más perfecta será nuestra transformación en el amor divino, que es la esencia verdadera de la sabiduría sublime. ¡Bienaventuradas aquellas almas que ya no se rigen por sus propios deseos, sino conforme a los designios de su Dios!
Para forjar en nosotros un amor saludable y santo por los mandamientos de Dios, debemos esmerarnos por descubrir su maravillosa belleza. Del mismo modo en el sol toca todas las cosas con su calor vivificante, y les proporciona el vigor necesario para que puedan ofrecer sus frutos, la bondad de dios toca y aviva todos los corazones para que puedan amar la palabra de Dios. Nuestro Padre nos ha facilitado medios más que suficientes para que nosotros podamos cumplir con los divinos mandamientos; nos ha proporcionado una abundante y generosa variedad de métodos para que logremos cumplir con el deseo divino que ha sido implantado en nuestros corazones.
Los mandamientos son dignos de amor, ya que éstos fomentan la bondad en quienes carecen de ella, y engrandecen la bondad en quienes la poseen. La dificultad no existe en aquello que amamos, y de haberla, es una dificultad que cuyo valor podemos llegar a apreciar. Es por esto que al mismo tiempo que la ley divina nos impone la obligación de obedecer la voluntad de Dios, también convierte ese compromiso en un amor santo, y todas las dificultades las transforma en júbilo.
(Adaptación de los escritos de San Francisco de Sales)