Vigésimo Cuarto Domingo en el Tiempo Ordinario15 de septiembre de 2024

Las lecturas de hoy nos recuerdan que seguir las enseñanzas de Jesús implica sufrimiento. San Francisco de Sales tiene una concepción interesante de lo que es el sufrimiento:

No creo que sea prudente que nosotros pidamos sufrir como lo hizo nuestro Señor; es evidente que no somos capaces de manejarlo de la manera que Él lo hizo. Creo que sería más que suficiente si logramos sobrellevarlo con paciencia.

Sin embargo, no limiten la práctica de esa paciencia solo para los momentos en que deban llevar a cabo grandes obras de coraje. Quienes son genuinamente pacientes, y verdaderos siervos de Dios, son capaces de aguantar de igual manera los eventos grandes y pequeños de la vida. Ser menospreciados, criticados o acusados por nuestros amigos y parientes es algo que representa una prueba para nuestra virtud. La picadura de una abeja es mucho más dolorosa que la de una mosca. Del mismo modo, los daños y los ataques cometidos en contra nuestra por aquellos a los que amamos son mucho más difíciles de soportar que los ataques que sufrimos a manos de otros. Aun así, muchas veces ocurre que dos personas buenas, y bien intencionadas, terminan hostigándose y atacándose el uno al otro simplemente porque sus puntos de vista difieren.

Si algún mal llegara a sucederles, escojan remediarlo de una manera que sea agradable a los ojos de Dios. Si alguien los acusa falsamente de haber cometido una falta, ustedes tienen la obligación de responder con la verdad. Si la acusación persiste aún después de haber dado una explicación legítima, no se esfuercen por lograr que los demás acepten sus explicaciones. Con suma gentileza vayan reuniendo coraje. Ármense con esa paciencia que siempre debemos tener para con nosotros mismos. Dirijan su corazón a Dios con frecuencia, para que así puedan estar alerta frente a cualquier ataque sorpresivo. Ante todo estén muy pendientes de su “yo” temperamental, ese que siempre está dispuesto a inventar cosas. No se molesten si ese “yo” les hace tambalear y tropezarse. En nuestro interior el Espíritu de Jesús nos está transformando para que podamos encontrar el honor y la Gloria de Dios en todas las cosas.

En nuestro esfuerzo por sacar a relucir a Cristo, quien habita en nosotros, debemos dejar a un lado esa autosuficiencia desproporcionada que tanto nos hace sufrir. Todos podemos experimentar la paz siempre y cuando cumplamos con la Voluntad de Dios, recordando siempre que lo que Él más desea es nuestra fidelidad.

(Adaptación de la Introducción a la Vida Devota por San Francisco de Sales, Ryan ediciones; y Cartas, Power & Wright, editores)

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