Trigésimo Domingo en el Tiempo Ordinario 27 de octubre de 2024

En el Evangelio de hoy experimentamos la compasión de Jesús cuando cura al ciego que ha demostrado tener fe en Su poder sanador. Al respecto, San Francisco de Sales nos dice lo siguiente:

La mano misericordiosa de Dios sostiene sus corazones. Él jamás los abandonará, aunque se encuentren preocupados o angustiados. Nunca se alejen de Él cuando se sientan tristes o sumidos en la amargura; por el contrario, acudan a nuestro Señor y a nuestra Señora, cuyo amor por ustedes es inagotable. La bondad de Dios, con su fuerza gentil, vendrá a socorrernos siempre y cuando estemos dispuestos a aceptar la ayuda que tanto necesitamos. De ninguna manera debemos desanimarnos. Si cooperamos con el cuidado amoroso de Dios para con nosotros, Su bondad nos ayudará de una manera distinta y mucho mayor. La misericordia de Dios nos lleva de un estado bueno a un estado mucho mejor con el objetivo de que podamos avanzar en el amor sagrado.

Si ustedes dedican un momento cada día para acercar sus corazones a Dios, van a fortalecer sus mentes de tal manera que no volverán a ser perturbados por esos pensamientos habituales e inútiles los molestan y los atormentan ahora. En esos momentos deben repetir: “Si Señor, voy a hacer esto porque Tú deseas que lo haga”. El escoger soportar dificultades para poder lograr lo mejor para nosotros, independientemente de los reclamos de que nos hacen nuestros propios sentimientos, es una poderosa muestra de oración ante Dios. Si por algún motivo llegaran a fracasar en sus esfuerzos no se disgusten. Llenos de confianza en la misericordia de Dios, levántense y continúen caminando en paz y con calma, tal y como lo hicieran antes: por  la senda de la fe. A pesar de que somos débiles, nuestra debilidad jamás será superior a la misericordia que Dios demuestra a quienes desean amarlo y depositar sus esperanzas en Él.

Conozco a muy pocas personas que hayan logrado progresar en la vida sin haber tenido que pasar por pruebas. Es por esto que ustedes deben tener paciencia. Después de la borrasca Dios les enviará la calma, porque ustedes son Sus hijos. Nuestro Divino Salvador siempre nos ha demostrado que Su misericordia supera Su justicia, que Su amor y Su deseo de perdonar son infinitos y que Él es rico en compasión; por consiguiente, Nuestro Redentor desea que todos seamos sanados a través del amor Divino. Tengan fe en el poder sanador de Dios.

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