Vigésimo Noveno Domingo en el Tiempo Ordinario 20 de octubre de 2024
En el Evangelio de hoy Jesús nos dice que ser grande equivale a ser un servidor. San Francisco de Sales hace énfasis en el hecho de que la mejor manera de server a Dios, es cumpliendo con las responsabilidades diarias y propias del estado en el que se encuentras nuestras vidas:
Grábense en la mente una cosa: Dios desea que ustedes sean Sus siervos, pero que lo hagan sin dejar de ser quienes son. Esto quiere decir que ustedes sirven a Dios mucho mejor cuando se esfuerzan por tratar de ser pacientes, gentiles, y por poner amor por todas las actividades y responsabilidades propias del estado actual de sus vidas. Una vez que se hayan convencido de esto, deben aprender a valorar esa condición de vida y, teniendo en cuenta que es la voluntad de Dios, deben amar todo lo que ésta implica. Deben darle prioridad en sus corazones, recordarlo con frecuencia, meditarlo con seriedad, acogerlo de buena manera, y disfrutar la verdad que encierra.
Cultiven sus jardines propios de la mejor manera que les sea posible. Dediquen sus esfuerzos a ser los mejores en ser o que son, y recojan las cruces, grandes o pequeñas, que encuentren por el camino sin olvidar acudir a Dios frecuentemente para pedirle que los ayude. No se queden enfrascados tratando de determinar la importancia de las cosas que hacen, ya que dichas cosas por sí mismas son insignificantes. Consideren solamente la dignidad que encierran por hacer parte de la voluntad de la providencia de Dios, y por el hecho de haber sido planeadas según Su sabiduría. En resumen, ¿si estas cosas complacen a Dios, y son reconocidas por ello, a quien podrían resultarle desagradables?
Poco a poco utilicen su voluntad para seguir la voluntad de Dios. Él, que no hace nada en vano, nos proporciona la fuerza y el coraje justo en el momento en que los necesitamos. Esa resistencia que ustedes experimentan se irá debilitando gradualmente y muy pronto desaparecerá por completo. Recuerden siempre que los arboles solamente pueden dar fruto gracias a la presencia del sol, unos más temprano y otros más tarde, y no todos producen las mismas cosechas. Nosotros somos demasiado afortunados por el hecho de que podemos permanecer en presencia de Dios; contentémonos con saber que Él nos ayudará a dar nuestros frutos tarde o temprano, o sólo ocasionalmente, según sea Su voluntad. Nuestra disposición para aceptar la voluntad de Dios nos permitirá convertirnos en Sus siervos fieles de nuestro Señor, quien jamás nos deja desamparados cuando lo necesitamos.